Suele decirse que en el pecado lleva uno la penitencia. Un aserto que no es exactamente cierto en el caso del cura irlandés Maeliosa O’Hauallachain, que cometió primero un pecado terrible y le impuso luego la penitencia a su víctima. El caso lo juzga estos días un tribunal de Dublín, que escuchó el martes el testimonio escalofriante de la víctima: una mujer que tiene ahora 42 años y a la que el cura sometió a abusos sexuales entre 1981 y 1982.
Todo empezó el 31 de julio de 1981, cuando la niña acudió a confesarse a la parroquia. Se arrodilló en el confesionario y dijo: «Bendígame, padre, porque he pecado». El sacerdote atisbó entonces su rostro a través de la celosía y dijo: «Ah, pero si eres tú». Y se decidió a meterla dentro del confesionario.
Sentada en sus rodillas, la niña empezó a contarle sus pecados pero él la sujetó por los hombros y la besó en los labios. «Entonces», recuerda la víctima, «metió mi mano dentro del bolsillo de su hábito y me obligó a jugar con su pene».
Concluidos los vaivenes, el sacerdote zanjó el asunto en un modo sorprendente: nada menos que administrándole la absolución a su víctima no sin antes ponerle la penitencia. «Me dijo que rezara 10 avemarías y no contara a nadie lo que había pasado», recuerda, «y yo como una idiota salí y recé mis avemarías. Me sentía avergonzada por lo que había hecho en casa de Dios…».
Lo peor es que no fue un incidente aislado. El padre O’Hauallachain abusó de su víctima al menos durante un año. De vuelta del colegio, la metía en la sacristía y la obligaba a masturbarle dentro de la iglesia. Una tarea que facilitaba el hecho de que el sacerdote no llevara calzoncillos debajo de la sotana.
Las secuelas desencadenaron en la víctima una crisis nerviosa que le empujó al alcoholismo y que le llevó a embadurnarse de crema para quitarse de encima el olor del sacerdote. «Me sentía sucia», explicó al juez.
El caso de O’Hauallachain es uno de los muchos de pederastia que han sacudido en los últimos años a la Iglesia irlandesa. Casos ocultados durante décadas por el establishment político y la jerarquía católica y que empezaron a emerger el año pasado con la publicación de dos informes demoledores sobre la responsabilidad de la Iglesia en escándalos de abusos y pederastia.